jueves, 17 de enero de 2008

Días contados

Caspar David Friedrich. "El caminante sobre el mar de nubes" (1818)


¿Te has preguntado alguna vez qué harías si te dijeran que te quedan unos meses de vida? Es verdad que todos sabemos que nuestros días están contados y que en cualquier momento puede llegar nuestra hora. Pero no es menos cierto que todos vivimos sumergidos en nuestra rutina diaria, siguiendo nuestros hábitos cotidianos, en la confianza de una vida prolongada, y que normalmente no somos ni queremos ser conscientes de que nuestra presencia en este mundo no es eterna. Quizás la mayoría de nosotros reaccionaríamos de otra manera si tuviéramos conocimiento, aunque sea aproximado, de que el cronómetro de nuestra existencia temporal ha comenzado la recta final de la cuenta atrás...
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Casualidades de la vida. En mi anterior post sobre la memoria histórica comenzaba citando la imagen literaria de Jorge Manrique: "Nuestras vidas son los ríos que van a llegar al mar, que es el morir". Pertenecen a las "Coplas a la muerte de su padre". Poco me imaginaba entonces que pocas semanas más tarde me iba a ver prácticamente en la misma tesitura que el genial escritor. Una pequeña molestia, unas pruebas radiológicas, un informe médico y un diagnóstico que se resume en una sola palabra: cáncer.

Es increíble el shock que puede llegar a ocasionar una sola palabra. A pesar de ser mi padre y no yo el directamente afectado por la enfermedad, en un instante pasaron por mi mente numerosos fantasmas, recuerdos del pasado, imágenes de futuros posibles, evaluaciones y revisiones de todo lo hecho y por hacer, preguntas sobre el sentido de mi propia vida, cuestionamientos sobre el aprovechamiento adecuado de cada segundo que Dios me regala, sobre todos los asuntos pendientes o mal resueltos que se acumulan en el trastero de mi existencia... Y reconozco que, aunque atravesaba un momento espiritualmente fuerte, la noticia me pilló anímicamente frágil. Conocer la enfermedad de mi padre me dejó bastante tocado durante una semana: el tiempo justo de aprender a tragarte las lágrimas al comprobar lo mucho que nos teníamos que apoyar mutuamente todos los miembros mi familia, y de comprender que, una vez estás montado en una bestia así, es fundamental intentar tomar las riendas que la situación te permita si no quieres terminar estampado contra el suelo.

Observar a mi padre frente a este toro que le ha tocado lidiar me ha fortalecido mucho. Como supongo que le ha pasado a otros muchos. Gracias a él y a mi madre conozco muchísimas cosas de la vida y del mundo; he aprendido de sus enormes virtudes y también de sus defectos para intentar configurar mi propia forma de ser en la medida en que ésta puede ser moldeada. Pero incluso después de tanto tiempo, me sigue enseñando cosas de la mejor forma que se puede hacer: no sólo con la palabra, sino también con la vida. Y creo que él está agradecido a Dios por concederle la gracia de afrontar la recta final de su vida de esta forma, conscientemente. Al fin y al cabo, nunca fue amigo de improvisaciones y siempre prefirió asimilar las cosas con paciencia y tiempo...

Con él ahora mismo estoy aprendiendo una nueva lección. La manera en que está aceptando los días de pasión que se le avecinan, la dignidad con que está asumiendo la cruz que le ha tocado cargar, me ha hecho descubrir una vez más el rostro de Cristo a mi lado, el infinito amor de Jesús que alienta, fortalece y cumple su promesa: "No temais, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo..."

Ahora que todavía tiene fuerzas y que apenas está comenzando el tratamiento, él no pierde la ocasión de acudir diariamente a la eucaristía. Y a mí me encanta acompañarlo siempre que puedo. Cuando le veo arrodillado en la iglesia, no sé que pensamientos invadirán su cabeza en ese momento. Pero tanto si le está dando gracias a Dios por el don de la vida como si le está pidiendo que pase de él este cáliz, sé que se está apoyando en el mejor de los pilares, y que se está abandonando en las mejores manos...


CARTA DE NAVEGACIÓN

Por eso también vosotros estad preparados,
porque a la hora que no penseis vendrá el Hijo del hombre.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente,
puesto por el amo al frente de su servidumbre,
para que les dé provisiones a su tiempo?
Dichoso este siervo si, al llegar su amo, lo encontrare obrando así.
En verdad os digo que lo pondrá al frente de su hacienda.
(Mt 24, 44-47)

DIARIO DE NAVEGACIÓN